viernes, 8 de junio de 2018

VIERNES PERSONAL

¡Buenas tardes y feliz San Viernes mis querid@s dreamers!


¿Cómo ha ido vuestra semana? ¿Habéis conseguido muchos de vuestros objetivos? Espero que haya sido así, y estéis disfrutando de vuestra merecida recompensa.

Yo esta semana he estado (con muchísimo gusto) bastante liada en el sentido familiar. He andado ayudando en el cole a las profes y la mamás a preparar la fiesta de graduación. Ya que el día 15 de junio "D" se nos gradúa, y pasará a Primaria.

No puedo describiros que se siente cuando te das cuenta que tu pequeño, se ha convertido en todo un niño de 5 años (casi 6), y que va a dar su siguiente paso importante en la vida, pasar a Primaria. Porque al fin y al cabo en esto consta la vida ¿no? En disfrutar cada paso que damos. Soñando en conseguir nuestros objetivos y hacerlo lo mejor que podemos. 

Y yo estoy orgullosa de ti mi pequeño "Panther". Durante estos tres años has crecido en todos los sentidos, y sobre todo, te has convertido en un niño todavia más increíble gracias a todas las experiencias que te han brindado tus profes y tus amig@s. No quiero que cambies nunca. Aunque sé que tendrás que volar y encontrar tu camino. Te quiero con todo mi corazón "D", y siempre te querré.

Y bueno... Me dejo ya de poner sensiblera, que ando yo mucho estos días. Y me meto en faena en la entrada de hoy, que se titula: "VIERNES PERSONAL".

Como os imagináis, en la entrada de hoy no os voy a hablar de libros, ya que no he escrito ninguna reseña. Si que es cierto que tengo varias novelas pendientes. Y la semana que viene mi intención es hablaros de "Campos de fresas" de Jordi Sierra i Fabra, que es la lectura de este mes de "Clubit". Club de lectura de mi queridísima Biblioteca Cubit.

Pero como os comento, esta semana estoy en modo "personal". Me apetece escribir (en este, mi pequeño rincón de internet), un capítulo de una de mis historias. No obstante, me hace mucha ilusión hacerlo, ya que va a ser una de las primeras veces que voy a dar a conocer una parte de mí que nunca antes he dejado reflejada: ni en internet, ni en las redes sociales. Solo quiero añadir que el capítulo es el primero del libro "Las llaves del Destino" y tengo registrados los derechos de autoría. Espero que lo disfrutéis.

Pasad un estupendo fin de semana dreamers. ¡Y recordad! Nos seguimos leyendo.



Angelo

"No labra uno su destino; lo soporta"
Gustave Le Bon

Çaragoça, 1591



Estaba cansado y exhausto. 

No había parado en casi quince días y el inminente calor seco de aquellas tierras, no ayudaba en nada tampoco. Su pobre caballo era participe de ello, yacía desfallecido al lado del río, con su color negro azabache, apenas se distinguía entre la inminente oscuridad, salvo por unas redondeadas manchas blancas en el lomo. 

Él sin embargo, estaba echado en la orilla sobre la hierba fresca, con los brazos cruzados detrás de la nuca, respirando el olor de la diminuta pieza que se hacía lentamente en un fuego que acababa de encender. Instintivamente, estiró su brazo izquierdo para cerciorarse por segunda vez de la cercanía de su espada, que estaba pegada a su cintura, junto a un juego de llaves y una pequeña bolsa de piel marrón atada al cinturón. 

Todo seguía en su sitio, preparado para cualquier imprevisto, para cualquier ataque.

La noche se cernía sobre él como la boca de un lobo aterrador. Se encontraba a las afueras de Çaragoça, en un pequeño claro donde solo se veían algunas luces a lo lejos, inofensivas cabañas de lugareños. Algo le había llevado a descansar allí, como si alguien tirara de él hacia ese lugar, al igual que un niño tira de los hilos de su marioneta hasta hacer que se muevan como él quiere, de esta manera había llegado hasta aquel paraje.

Así es como se movían los “fabbro”, así es como su padre y sus antepasados le habían enseñado a moverse, según se manifestaba su corazón, mediante instintos que se conseguían con años de experiencia. 

Incluso a veces, dentro de sus sueños, encontraban la respuesta a aquellas epifanías de la realidad, por llamarlas de alguna manera, teniendo la ferviente sensación de haber estado en ese mismo sitio antes.

Se acaricio su melena de color gris y después se rasco su suave barba, sin dejar de pensar, una vez más, en la situación que le había llevado hasta allí.

Los “desmon” le habían encomendado un gran honor, quizás el más importante de todos los que se recordaban.

Entre todos ellos lo habían elegido a él. No por ser el más fuerte, ni el más rápido (pues ese invierno había cumplido su cincuenta y ocho cumpleaños), ni siquiera por ser el más inteligente. Si no porque su nombre había salido ante sus propios ojos en la "piedra del futuro", tras que los desmon pronunciaran una pregunta que nunca antes se habían tenido que preguntar, ¿quién sería el encargado de esconder "las llaves del destino"?

Y eso era algo, que de ninguna manera se podía rechazar.

Él era un fabbro, un guardián de las llaves, y como tal cumpliría su cometido, sabiendo que así lo habían hecho durante generaciones sus antepasados. 

Jamás habían dudado de la piedra, ni contradecido nunca al futuro. 

Excepto, aquella vez... 

El recuerdo de aquello le causaba demasiado dolor. El tortuoso secreto lo acosaba día y noche, y además, era la causa de que ahora su Mundo y el resto del planeta corrieran un grave peligro. 

El mismo peligro que acechaba a Angelo en ese momento.

Su mente inevitablemente volvió atrás en el tiempo, recordando.

  • Esto no me gusta Angelo... - le había dicho Rafaela.
  • ¡Tú lo has visto Rafi! Ha salido mi nombre. Sabes que no puedo negarme, formo parte de esto, es lo que soy, al igual que tú. Moriría por ello si fuera necesario - le contestó a su mujer. 

Ella no tenía defensa alguna ante aquello, sabía que no tenía oportunidad de negarse.

Vio lo que pensaba con solo mirarla a los ojos. 

Ella habría deseado que el nombre de Rafaela Maldini hubiera salido escrito en la piedra. Habría querido quitarle a su marido la pesada carga que tenia sobre sus hombros, y habría deseado sobre todas las cosas salvarle la vida y morir ella en su lugar.

Pero no podía discutir contra el futuro, ya que de una forma o de otra, siempre se acababa saliendo con la suya. Eso ambos, lo sabían bien.

Sus ojos se anegaron de lágrimas y él la abrazo fuertemente.

Volvió al pequeño claro mientras seguía mirando las cientos de estrellas que poblaban el firmamento. 

La realidad era que la echaba tanto de menos. Dio un largo suspiro. Sabía que ella lo hubiera seguido hasta el mismísimo infierno si se lo hubiera permitido. No dejaría nunca de agradecerle a Dios poner en su camino a su maravillosa mujer.

También, siempre en su pensamiento, estaban Sebastián y Pietro, sus dos hijos gemelos. Ellos eran lo mejor que le había dado la vida, a parte de su don. 

Se sentía orgulloso de saber que ellos lucharían hasta el último momento por su deber, y no permitirían que le ocurriera nada a su madre. Al igual que su gran amigo Petrone, su compañero inseparable de aventuras. Excepto de esta. Sonrió. El bueno de Petrone. 

Era feliz, aunque nunca lo llegaría a ser por completo, pues le faltaba algo. Algo que le había arrancado la muerte. Era injusto ¿o quizás no? La verdad, lo había pensado tanto, que ya no lo sabía. 

Miro la pequeña bolsa de piel marrón que colgaba de su cinturón, pudo ver, incluso con la piel oscura, algún destello que se escapaba hacia afuera. 

"Algo tan pequeño y a la vez tan mortal" se recordó, "capaz de enloquecer a un hombre". 

Ya no pesaba nada, tan solo le quedaba la última llave, pero no por ello la menos importante. Sino todo lo contrario. 

En ese momento, algo sonó en la penumbra, su caballo relincho inquieto, y Angelo se incorporo de un salto. Su mano izquierda volvió a deslizarse junto a la preciada bolsa, mientras que la derecha voló hacia la empuñadura de su espada, sin todavía deslizarla fuera de la vaina. 

Escudriño la oscuridad con la mirada.

Una risa espectral inundo la noche. Angelo la reconoció al instante. Sus ojos quemaron detrás de sus párpados, en sus cuencas, dándole una visión perfecta del claro.

Delante de él se movió una criatura de aspecto sumamente amenazador. Su pelo largo del color de la miel, totalmente desgreñado, atado en una cuerda. Sus ojos oscuros, los ojos negros de un depredador. Su cuerpo proporcionado y musculoso estaba cubierto por una toga de color negro, la cual lo camuflaba perfectamente con la oscuridad del cielo sin luna. Sus movimientos sinuosos y a la vez intimidantes. 

Le sonrió mordaz enseñándole sus puntiagudos colmillos.

  • Thiago... - dijo Angelo a modo de saludo. Su voz, sin una nota de miedo se mostró firme y segura.
  • ¿Cómo estás Angelo? - contestó el aludido -. ¿Tomando la fresca por Hispania? Andas muy lejos de tus raíces, ¿no es así? -
  • He decidido tomarme unas pequeñas vacaciones - respondió con un tono seco y cortante.
  • Tengo entendido que los fabbro nunca descansan. Han sido alistados una veintena de "cerrajeros" fuera de vuestras tierras, es una gran casualidad. Además en los tiempos que corren, es mejor no tomarse días libres. ¿Quién sabe lo que podría ocurrir si alguien se hiciera con las llaves en este momento? -
  • Veo que estás bien informado de lo que ocurre en nuestro Mundo. Fabio“el negro" te tiene muy al tanto del cometido. - Hizo una pausa escudriñando su desaliñada figura. No podía fiarse de él, no cuando tenía algo tan preciado que esconder -. ¿Te ha enviado a por algo? ¿O sólo te ha mandado a destruir al cerrajero? - La broma salió como si tuviera ácido en su boca.
  • Quizás, no voy a negártelo, a los hombres lobo no nos gusta mentir. - La sonrisa sarcástica de Thiago fue terrorífica -. Tal vez, no seas el único al que ha mandado buscar. Pero sí, eres de todos ellos el más importante, tiene un gran instinto para las corazonadas, pero... De eso se trata, ¿no? Vosotros nacéis con ello. -

Pensó en todos sus compañeros, aquellos que le habían seguido en esa cruzada. 

Si se hubieran mantenido juntos quizás no hubieran corrido ningún tipo de peligro, hubieran acabado con todo el que hubiera osado cruzarse en su camino. Pero esta vez, la vida de cualquiera de ellos no era ni la mitad de importante que este cometido. Debían separarse para crear confusión, no podían arriesgarse a que encontraran aquel precioso tesoro.

Angelo recordó de nuevo a Petrone. Si hubiera estado allí con él, las cosas se hubieran visto de otro modo. Y desde luego, su mejor amigo habría disfrutado descuartizando a aquel mal nacido y engreído “malate”.

  • ¿Qué te hace pensar que yo tengo la llave? Sería ridículo dadas nuestras circunstancias personales que me hicieran cargar con ese peso sobre mis hombros. - Vio aparecer la duda en su fiero rostro -. Y en caso de que la tuviera, él no sería tan insensato de mandarte solo a por ella viendo tus manazas. Solo un fabbro puede tocar las llaves. -
  • Él no puede seguir tu olor y yo sí.  Ya sabes, ventajas de un licántropo - concluyó encajando otra vez el rostro, observando su reacción -. Estará contento de verte de nuevo Angelo, ya viene hacia aquí... -

El fabbro disimulo un estremecimiento. 

No le tenía miedo a Thiago, había peleado antes con los llamados “hijos de la luna” y sabía que una pelea con él no sería fácil, ya que era un hombre lobo antiguo y por tanto con experiencia. Y además contaba con el inconveniente de estar en medio de una noche de luna nueva. 

Pero lo que no tenía nada claro, era el hecho de enfrentarse a "Fabio el negro", un fabbro al que conocía y le conocía como la palma de su mano. 

Su cerebro comenzó a pensar deprisa. Debía salir de allí, lo antes posible.

  • De todas maneras Thiago, no me quedaré a saludarlo. Ya me iba... -
  • ¿De veras? Creía que te alegrarías de ver a la familia. Además, veo que estabas preparándonos la cena - contesto sonriendo todavía más, de manera que sus incisivos parecieron más grandes -. Aunque esa pieza tan pequeña es poca comida para los tres... -

Los párpados volvieron a quemarle violentamente. 

La intensidad del calor, el deseo de esconder la llave que llevaba en la cintura y de derrotar a aquel hombre lobo que ansiaba su muerte hizo que apretara fuertemente la mandíbula. 

Cerró y abrió los ojos dispuesto a enfrentarse a ello, pero entonces, todo ocurrió demasiado deprisa.

Thiago se agazapo como un cuadrúpedo, con los brazos hacia delante, tocando con las palmas abiertas la hierba. Parecía todo un depredador dispuesto a saltar sobre él. 

En cuestión de un segundo su rostro había cambiado radicalmente, ya no era un hombre, era una criatura con el hocico alargado, las orejas puntiagudas echadas hacia atrás en señal de advertencia y sus afilados dientes aparecían en una boca totalmente cerrada por la tensión. 

Su cuerpo estaba recubierto de una pelambrera de color claro, y sus extremidades se habían convertido ahora en fuertes garras que se metían en la tierra haciendo surco. 

El aullido del lobo rompió la quietud de la noche, y salió disparado a por su presa con la mirada envuelta en sangre.

Angelo alzo su mano al cielo sosteniendo una llave del color del hielo y grito fuertemente:

  • ¡INVINCIBILE! -

La llave ilumino el claro, e hizo que Thiago cayera sobre la nada. 

La cólera le hizo gruñir desesperado. No podía verlo, solo olía su olor pero se movía tan rápido que le era imposible seguirlo.

Angelo corrió hacia su caballo, cogiendo su arco en la carrera. Salto sobre él y el equino salió disparado hacia la noche.

El licántropo al observar la escena se lanzo tras ellos lo más rápido que le dieron sus patas, dejando atrás el pequeño campamento del fabbro.

Angelo le dio un golpe a su caballo en el lomo, haciéndole entender que siguiera corriendo al galope hacia la oscuridad. Se giró para atrás en busca de su perseguidor, los ojos le abrasaban. 

El hombre lobo se acercaba cada vez más deprisa, y él solo necesitaba unos metros más, pues sabía que allí al lado había un serpenteante afluente del río. 

Lo conseguiría, estaba seguro. 

Pero no gracias a la velocidad de su caballo, el cual no podía compararse a la velocidad de una criatura sobrenatural como era aquel hombre lobo

Sin girarse, se irguió en el equino y agarró de nuevo su llave susurrando "saltoi", sus piernas saltaron del negro animal hacia adelante. 

El salto alcanzo su objetivo cayendo sobre el agua, coloco el arco bajo su estómago, ocultándolo entre las piedras. Se quedó totalmente inmóvil, observando la inquietante escena que se representaba ante él.

El licántropo estaba ya sobre su caballo, podía ver su cara desencajada saboreando la muerte de ambos entre sus dientes, disfrutando de su victoria, como si se tratase de un león que salta sobre una gacela indefensa. 

Fue entonces cuando Angelo se irguió en el agua salpicando la oscuridad, cogiendo una de sus flechas cargadas de veneno inmovilizador y disparándola contra aquel depredador que no se detendría ante nada, metiéndosela en el costado izquierdo, cerca de su corazón. 

Cayó sobre el suelo de hierba como una losa, mientras el caballo siguió trotando unos metros lejos de la criatura. 

Angelo se acercó hasta él sin dejar de apuntarle con otra de sus flechas. 

Thiago respiraba nervioso, yacía en el suelo, con la boca y los ojos todavía abiertos. El veneno era tan rápido como lo había sido su flecha. 

Lo miro desde arriba, observando como el malate solo conseguía mover sus pupilas en todas direcciones hacia la nada, ya que no podía verlo. 

Deseaba matarlo con sus propias manos, pero ni siquiera podía perder el tiempo en ello. Tenía que esconder la bolsa en un lugar seguro antes de que otro de ellos volviera a buscarle. O el propio Thiago se recuperara. 

Entonces estaba seguro, que ninguno de los dos tendría compasión del otro.

Además, por las palabras de Thiago, Fabio no tardaría en llegar. Y que encontrará la llave, sería un auténtico fracaso.

Miró a su alrededor, no muy lejos de allí vio un camino que se dirigía a una arboleda. 

No dudo ni un instante, volvió a agarrar su llave de hielo y susurro "veloce". 

Sus piernas se movieron rápidamente hacia allí. Parecía aire entre la hierba, no levantó ni un poco de polvo cuando pasó deprisa sobre el arenoso camino, ni siquiera se oían sus pies contra el suelo, apenas llegaba a tocarlo. 

Entró en la arboleda y ralentizó su paso cuando estuvo cerca de unos árboles en el centro de aquel pequeño bosque. 

Escondió el arco y las flechas detrás de un arbusto, sin ni siquiera darse cuenta de los cortes que le habían producido las ramas en sus manos al pasar como el viento por su lado. 

La bolsa marrón se agitó en su cinturón como si estuviera viva. Los destellos de la llave se veían a través de la oscura piel. La invisibilidad no podía con el poder que emanaba de la llave, y tuvo el presentimiento de que dejarla en aquel sitio era sin duda la mejor opción. 

Algo le dijo que aquel lugar la reclamaba. 

Observó un sauce que destacaba entre la multitud de chopos, sus ramas se asemejaban a lágrimas  cayendo sobre el suelo. 

La llave brillaba con más intensidad ahora, y el calor sofocante no le permitía pensar con claridad. No podía ser descubierto, y la única cosa que se le ocurrió fue metérsela en la boca. 

Se puso delante del sauce y se dispuso a cavar un agujero en sus raíces. 

Rápidamente hizo una pequeña fosa donde le cabía el brazo, se saco la llave de la boca y la agarro fuertemente con las dos manos ensangrentadas, mientras la apoyaba en su frente. 

Los ojos volvieron a quemarle tras los párpados y entonces murmuro algo que deseó con toda su alma.

  • Que hasta la última gota de mi sangre, sirva para que mis descendientes protejan al mundo del dolor... -

Miró el preciado tesoro, era tan hermosa. Quizás sería la última vez que alguien la viera. Y, lo más seguro, es que él sería el único que llegaría a saber donde se encontraba.

Volvió a introducirla en la bolsa, y a su vez metió la bolsa en el fondo del agujero, volviéndolo a llenar de tierra.

Lo dejo todo tal y como estaba para no levantar sospechas, y salió deprisa sorteando cada uno de los árboles hasta el claro. 

Seguía tranquilo y en una completa oscuridad, "la calma previa a la tempestad" se dijo.

Su mente volvió a ir muy rápido sopesando las ideas. 

Debía marcharse lo antes posible de allí. No podía esconderse en casa de ningún lugareño, cualquier criatura oscura que siguiera las ordenes de Fabio lo perseguiría, y mataría a cualquier inocente que encontraran junto a él. 

Lo más inmediato sería regresar a la ciudad, y mandar un mensaje a la Hermandad. No se le ocurría ninguna otra opción. Pero antes debía volver a buscar su caballo junto al pequeño afluente, pues no podía correr durante toda la noche, debía descansar.

Estaba ya cerca del agua, podía olerlo en el aire.

Hacía calor, un calor sofocante. Varias gotas de sudor le resbalaban por la cara empapándosela, cuando una familiar silueta tomo forma a unos metros de él. 

Volvió a apretar la llave de hielo y dijo susurrando "invincibile".

Siguió observando el sinuoso andar de aquel "hombre" en el claro, mientras su respiración se iba acelerando.

  • ¡¡ABBAGLIARE!! - gritó esa voz qué era completamente conocida para él.

El claro se ilumino en la temible oscuridad, parecía tener miles de antorchas a su alrededor.
El hombre que había gritado tenía el brazo izquierdo extendido sobre su cabeza y apretaba algo entre sus dedos. 

Era alto y de complexión fuerte, sus hombros se veían rectos por la tensión. Escudriño a fondo todo a su alrededor, los ojos se le iban a cada leve movimiento que creía percibir.

No había duda, frente a él estaba "Fabio el negro".

Angelo se mantuvo quieto, sus párpados no dejaban de arder. 

Fabio estaba allí, a unos metros de él, podía verle el rostro nítidamente. Había cambiado su aspecto, no solo en su cara que ahora se mostraba severa y seria, sino en su edad física, se temió lo peor. 

Sintió el sudor resbalando por su cara, y sus manos temblar levemente. 

Pero sabía que no debía moverse. 

  • ¡Sé que estás aquí Angelo! Noto tu presencia y huelo tu aroma a limón. Solo tú y Rafi oléis así - dijo con voz tranquila y algo controlada -. Le he hecho una visita a Alejandra Noccioni. Acabo diciéndome que te habías pasado por allí. Además he visto que mi querido amigo Thiago yace inmóvil cerca de tu campamento. -

Noto un nudo en el estómago cuando recordó el rostro de la hermosa joven fabbro. Le había ayudado la noche anterior a guarecerse de la oscuridad de la ciudad. Estaba tan cansado que acudió a su casa en busca de algo de comida y una cama donde dormir, ¿por qué lo habría hecho? 

Sintió una ira descomunal, solo tenía veintiocho años.

-  ¡Tu cara te delata, traidor! - rugió enfurecido -. Has recuperado años... -

Fabio pareció sorprendido al escuchar su voz:

  • Echaba de menos tu voz. Creía que no volvería a oírla. - Una chispa de alegría se encendió en sus ojos, aunque su rostro permaneció exactamente igual.
  • Tú no hechas nada en falta porque nunca has tenido nada. Ni siquiera sentimientos “Fabio el negro" - escupió entrecortadamente.
  • ¡Vamos tío! Tu nunca me has llamado así... - sonrió socarronamente.
  • La historia nos recuerda según nuestros actos. Los tuyos son blasfemos y negros. No podría llamarte de otra manera, aunque quisiera. Y ese no es el caso. - 
  • Somos familia, mi nombre irá unido al tuyo. No lo olvides. -
  • Eso jamás, asesino traidor... - murmuro.
  • Yo no me tacharía de traidor, cuando mi padre y tú fuisteis los primeros en desobedecer la ley y en romper la tradición de la Orden y la Hermandad. -

La última imagen de su hermano gemelo inundó su mente. 

Momentos del pasado cruzaron rápido por su cabeza: Una triste profecía, su bella cuñada Lucia y el pequeño bebe que le arrancó la vida. Un niño al que amaba sonriéndole, mientras jugaba en el jardín junto con sus dos hijos pequeños y su amigo Petrone, en la villa escondida donde vivían. El rostro de Antonio levantando las comisuras de los labios al darle un abrazo.

Un dolor agudo rasgó su pecho y le pinchó el corazón. 

La pérdida, la gran pérdida.

  • Eso es lo mejor que he podido hacer por mi hermano. Lo volvería a hacer aún sabiendo las consecuencias. - Su tono fue descendiendo hasta convertirse en un susurro.
  • Siempre se puede elegir tío. - Su voz sonó fría como un témpano de hielo, su cara no denotaba el horror de sus palabras -. Tanto él como tú, no elegisteis la opción correcta. -

Los ojos de Angelo ardían bajo una furia indescriptible. 

La quemazón, el dolor, los recuerdos, el tortuoso secreto y la ira se mezclaron entre sí, haciéndolo estallar como la pólvora.

  • ¡¡ÉL ELIGIO A SU HIJO!! ¡¡NO AL DEMONIO QUE CORRÍA POR SUS VENAS!! - chilló.

El rostro de “Fabio el negro" comenzó a cambiar radicalmente. Sus pupilas se tornaron de un color negro azabache, escondiendo sus azules iris. Podía verse la maldad acumularse en sus rasgos. 

No había ni un poco de humanidad en las facciones de su sobrino cuando empezó a hablar.

  • Se acabaron los temas familiares Angelo Meneghetti. Supongo que sabrás que una de las llaves está en mí poder, ¿sabes lo que eso implica? -
  • Creo que tú también sabes, que sin las otras no puedes conseguir lo que ansías... -

Sus dientes chirriaron, pero no perdió la calma.

  • La guerra ha empezado. Eres consciente de lo que ocurrió en la primera y última guerra que hubo. Las consecuencias fueron muy malas para los dos bandos - comenzó a decir -. Y como antes he dicho, siempre hay elección. Dame la llave y quédate a mi lado, no dañare a Petrone, ni a Sebastián ni a Pietro y mucho menos a Rafi. No hay nada que me duela más que enfrentarme a ti esta noche - concluyo bastante seco, pero pareció decir la verdad.

La palabra GUERRA tomo conciencia en su mente. 

Angelo no había estado en aquella horrible guerra, pero era algo que los antepasados de los fabbro recordaban con horror. Lo peor que le había ocurrido a la humanidad y al resto de las criaturas. 

Eso NUNCA podía volver. 

Pero a Fabio aquello le importaba bien poco, solo quería el poder, la destrucción y la muerte. Pudo sentir que haría cualquier cosa por conseguirlo.

Todo pareció adquirir su propósito en aquel instante. Supo en ese momento porque “la piedra del futuro” le había elegido a él, estaba escrito. Enmendaría su error con su sangre.
Quizás no ganara hoy la batalla. Quizás no volvería a ver a su mujer y a sus hijos. Y quizás o lo más seguro, era que esa noche lo pagaría con su muerte.

Pero sabía que su sangre y la del resto de su familia, estarían unidas a esta desdicha para siempre.

Levanto la llave de hielo y cerró los ojos mientras esbozaba una sonrisa. "Que así sea" pensó.

  • ¡Apparire! -

Su cuerpo apareció en el claro. Era muy alto y un poco desgarbado. La toga roja y gris le hacía parecer delgado. Su pelo más bien largo era cano, al igual que su barba y sus pobladas cejas, que destacaban sobre su rostro dándole una apariencia afable. Sus ojos pequeños y su nariz quizás un poco grande, encajaban en su cara. Su sonrisa apacible hacia relucir unos blancos dientes en la oscuridad. 

Sin retirar la sonrisa de su rostro comenzó a hablar.

  • Nunca te diré donde está la llave sobrino. Si tengo que pagar con mi muerte nuestro error, lo acepto con gusto. -

La mano derecha blandió la espada y la izquierda sacó un cuchillo de su tobillo, largo y con una extraña forma de serpiente.

Fabio cuyos ojos seguían completamente negros, no había pestañeado ni un instante mientras Angelo hablaba. Solo se había estremecido ligeramente al verlo aparecer, y cuando de su boca salió la palabra "sobrino". 

Vaciló antes de hablar, parecía pensar en lo que estaba a punto de suceder. Tras unos segundos en los que ninguno de los dos dejaron de mirarse, se escuchó su voz pausada.

  •   Que así sea, tío... - no hubo resentimiento en su voz.

Su espada oscura se alzó en el aire.




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